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City Under Siege (Ciudad bajo el asedio)


Si bien es cierto que durante la primera parte de la ocupación británica de Gibraltar la mayoría de la población era miembro de las fuerzas armadas británicas, y en particular del ejército, la población civil también contribuyó en la guerra y jugó un papel muy importante en la vida diaria de la guarnición. Los edificios que albergan esta exposición son probablemente algunos de los primeros edificios construidos por los británicos en Gibraltar y datan de principios del siglo XVIII. Originalmente, se pensó que se construyeron como polvorines para albergar municiones y que el patio central se usó como fábrica de municiones junto con el edificio que se encuentra en él, parte del cual todavía se puede ver hoy en día. Esta área se conoce como Willis’s Magazine (en español, el polvorín de Willis), aunque no hay ningún registro de quién era Willis ni de por qué se le dio ese nombre.

Sin duda, el aspecto más interesante del edificio son los grafitis que se puede ver en sus paredes, el más antiguo de ellos data de 1726. Se cree que los soldados que montaban guardia en la zona solían ocupar su tiempo dibujando grafitis para no quedarse dormidos durante las largas horas de servicio, una ofensa que en aquella época se castigaba con la muerte. Hay numerosos grafitis, a cuál más interesante, aunque hay dos que destacan sobre el resto. Se trata de un dibujo de un galeón y un grafiti atribuidos al sargento mayor Ince, el arquitecto de los túneles del Gran Asedio. En esta zona, el visitante también puede ver las cisternas de agua que se utilizaban en esa época junto con su sistema de drenaje.

Las diversas exhibiciones dentro de esta área de gran valor histórico muestran escenas de cómo vivía la población civil durante esos años tan difíciles y relatan las curiosas y a menudo fascinantes historias que han sobrevivido hasta nuestros días acerca de cómo se las idearon los primeros colonos británicos de Gibraltar para salir adelante.

LEY Y ORDEN

Bajo condiciones de asedio, la mezcla de tensión, aburrimiento, ira y alcohol significaba que la disciplina tenía que ser muy estricta para preservar el orden. Una de las formas más comunes de castigo consistía en azotar con un látigo de nueve colas. Un tamborilero de un regimiento que más tarde se convirtió en el famoso cuerpo de Fusileros de Lancashire (Lancashire Fusiliers), alcanzó la fama como el hombre más azotado del ejército británico. En sus primeros 14 años aquí recibió 30 000 latigazos, de los cuales 4000 fueron administrados en un solo año.

ALIMENTACIÓN

Para preservar las existencias de harina, el general Eliott impidió que sus soldados se empolvaran el pelo y, para dar ejemplo, llegó a vivir durante una semana con solo 4 onzas (algo menos de 115 gramos) de arroz al día. Los altos precios que podían cobrarse por incluso pequeñas cantidades de alimentos de mala calidad tentaron a los barcos del norte de África a contrabandear suministros a pesar de ser enemigos, pero los civiles a menudo sobrevivían con poco más que hierba, algas marinas y cebollas silvestres. ¡Durante el Gran Asedio, un repollo costaba el equivalente a dos días y medio de la paga de un soldado, mientras que la cabeza y las pezuñas de una oveja costaban tres semanas de salario!

ÉXODO

Para escapar de los bombardeos, la gente fue abandonando gradualmente sus hogares, hasta que toda la población se instaló en el sur de la ciudad en tiendas de campaña y cabañas destartaladas hechas con madera reciclada de los escombros de sus casas.

Este campamento, situado entre el cuartel del Sur (South Barracks) y la montaña, se llamó en un principio New Jerusalem (Nueva Jerusalén), pero debido a sus terribles condiciones, enseguida se comenzó conocer como Black Town (ciudad negra). El general Elliot trasladó su cuartel general a una tienda de campaña sobre el área conocida como Red Sands.

EXCAVAR PARA LA VICTORIA

La población sitiada carecía de verduras frescas y frutas cítricas, importantes fuentes de vitamina C. Su escasez causaba escorbuto, una enfermedad que primero ennegrecía la piel, luego mutilaba y finalmente mataba. Para combatir esta enfermedad mortal que casi obligó a la ciudad a rendirse, tanto los soldados como civiles recibieron órdenes de cultivar alimentos siempre que fuera posible. El general Elliot debió tener un gran interés en esta situación, ya que era vegetariano estricto, algo bastante inusual en aquella época.

MUERTE Y ENFERMEDAD

Durante el asedio, muchas personas que llevaban una dieta deficiente fueron confinadas y hacinadas durante largos periodos en condiciones antihigiénicas.

Por ello, no es de sorprender que el número de casos de viruela, fiebre amarilla, gripe, disentería y escorbuto se multiplicara. Al finalizar el primer año del Gran Asedio, solo la viruela había matado a más de 500 personas, con una tasa de mortalidad mayor en los niños. Aunque hubo numerosas bajas militares, las enfermedades fueron mucho más letales que las balas de cañón.

 

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